
Hielo, caparazón y mentiras eran las tres palabras que definían su corazón. Se inventaba mil historias para no enamorarse, a decir verdad, era como una princesa herida, de esas a las que el teatro de la vida cambia su papel. Pero también es cierto que el hielo se derrite, los caparazones se rompen y las mentiras cansan. Su papel estaba cambiando de nuevo y ella empezaba a dar un poco de lado a su parte más racional para dar parte a los instintos. Quizá por miedo, miedo a que cuando decidiera tirarse al vacío lo encontrara lleno.
No podía permitirse el lujo de sentirse culpable por otro fracaso emocional. No cariño, no estoy enamorada, sólo soy una cobarde más.

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