sábado, 9 de mayo de 2009

Eva



Desde que era pequeña Sandra vivía inmersa en un mundo de fantasía, quizá consecuencia de su infancia solitaria o simplemente porque desde su nube azul podía ver las cosas desde un punto de vista diferente, al fin y al cabo, en azul celeste la vida siempre pinta mejor. Quienes la conocían lo suficiente decían que era del viento y quienes la conocian bastante sabían que, en realidad, vivía atada a una ilusión.

No le gustaba la tristeza, ni las lágrimas si no eran de alegria y entre sus aficiones se encontraban las de soñar despierta y escribir historias. Tras largas noches de soledad aprendió a leer su vida en las estrellas, le encantaba conversar con la luna y era capaz de comprender el confuso paradigma del universo, sin embargo, muchas veces no lograba entender cómo funcionaba el mundo en el que se hallaba envuelta.

Fueron pasando los años y, aunque su rostro empezaba a estar marcado por las cicatrices del tiempo, el brillo de sus ojos descubría a esa chiquilla soñadora, que a pesar de la edad nunca perdió la ilusión por descubir, ni olvidó que la felicidad puede encontrarse en un botón y que el mundo puede llegar a caber por el ojo de una aguja.

Un caluroso dia de Agosto se enteró que iba a ser tia por primera vez y, unos pocos meses después, durante una comida en un día de fuerte ventisca le dijeron que ella sería la madrina del nuevo miembro que aún venia en camino. Los que estaban allí, se dieron cuenta de que en ese momento Sandra sería capaz de iluminar el Amazonas con la luz de sus pupilas.

Pasaron los meses y Juan (nombre que habian elegido para el bebé en honor a su abuelo) nació sano y fuerte. Tenía ojos de mar y la piel tan suave que a veces, al tocarlo, parecía que fuera a desquebrajarse. Sandra lo quería como si fuera suyo, al fin y al cabo, era sangre de su sangre - se decía. Por algún motivo, ese instinto proctector que siempre la había acompañado y que sólo mostraba con la gente que mas quería, se multiplicaba por mil cada vez que pensaba en Juan. Se prometió a si misma estar siempre a su lado, siendo su paño de lágrimas y la razón de su risa.

Cuando estaban juntos parecía que no existiera el mundo para ellos, desde que Juan era muy pequeño Sandra siempre que tenía un hueco iba a visitarlo. En cada visita un regalo, aunque nunca era nada demasiado material, creo que sin duda el mejor de los regalos fue una enorme caja de cartón, con la que pasaron la tarde fabricando lo que algunos dias era un fuerte refugio donde esconderse de los malos (incluyendo las acelgas que hacía su madre los martes para cenar) y otros, era una nave espacial. De hecho, entre sus aficiones favoritas estaban las de viajar a la Luna una vez al mes y salir a cazar bestias inmundas en el jardín, generalmente a algún peligrosisimo caracol e incluso a veces, cuando la valentía les inundaba el cuerpo, incluso alguna mariquita voladora. A dia de hoy no sabría decir quien disfrutaba mas con esos encuentros, yo quedaba con Sandra una vez a la semana, para tocar café y gran parte de la tarde consistía en explicar con detalle cual sería la próxima aventura, mientras tanto yo la miraba con la extraña certeza de que, en realidad, era una niña atrapada en el cuerpo de una mujer hecha y derecha.

Fueron pasando primaveras y la complicidad entre ellos iba creciendo por días pero Sandra andaba cada vez mas ocupada con unos proyectos de su nuevo trabajo y, por otro lado, Juan aunque ya había empezado el colegio hace algunos años, este curso, por lo visto, parecía bastante duro para el; así que la duración y asiduidad de sus encuentros empezaron a menguar. Hacía tiempo que dejaron de viajar al espacio y Juan ya no se escondía de las aterradoras acelgas, ahora durante sus encuentros simplemente charlaban, aunque a veces y con un ramarazo de generosidad Sandra lo ayudaba a hacer los deberes, no lo hacía muy a menudo, puesto que no quería que se acostumbrara. Tenía que aprender que las cosas hay que hacerlas por uno mismo.

Un día, cuando fue a visitarlo, se encontró a Juan llorando en su habitación y decidió no molestarlo, nadie como Sandra sabía que las lágrimas deben ir acompañadas de una pizca de soledad. Volvió al día siguiente con una libreta en cuya portada escribió DIARIO y se la entregó al niño diciendole que esa libreta la guardara en secreto y que cuando le apeteciera escribiera sus sentimientos ahí. Esa simple libreta sería su confesora y donde estaria relatado todo su universo.

Estuvieron charlando toda la tarde. Sandra aún no habia descubierto el motivo de su tristeza pero tampoco intento averiguarlo, se prometió que lo protegería, no que fuera a vivir por el.
Además Juan ya tenia edad para sacarse las castañas del fuego, como se solía decir.

- ¿Cómo se hace?- preguntó Juan, de repente
- ¿El qué?
- Ser tu. Parece que siempre estas en tu mejor momento.

Sandra no pudo evitar reirse y tras una pausa que había utilizado para contestar dijo:
-Quizá el secreto sea dejarse llevar cuanto se pueda y pensar solo cuando sea necesario.
- ¿Y cuándo sabes que es necesario pensar?
- Ahí esta el truco. Hay cosas que no se saben, simplemente se aprenden. Además yo no estoy siempre feliz, simplemente es que cada uno tiene sus secretos para engañar a los demás.

Juan no dijo nada, pero se quedó pensando y la miraba con curiosidad, él tambien quería conocer ese secreto. Sandra lo miró sonriente y decidió desvelarselo.

- Tengo un angel de la guarda.
- ¿Cómo? - dijo Juan, con una expresión en la cara que sugería que no había escuchado en su vida una gilipoyez mayor. Los ángeles no existían.

- En realidad no es un angel, pero un día cuando era pequeña unos niños mayores que estaban jugando con un balón me dieron un pelotazo y se fueron corriendo. En ese momento me sente a llorar sola en un banco escondido en un callejón. Lloraba y lloraba sin parar, ya no me dolía nada, pero no podía parar. Fue entonces cuando de entre la nada vino una chica, tendria unos 18 años pero a mi me pareció toda una mujer. Se quedó unos segundos a mi lado y al cabo de un par de miradas dijo: no llores pequeña, algun dia tu seras grande y fuerte y podras darle un balonazo a esos niños tan malvados. Me sentí mucho mejor y cuando subi la vista para darle las gracias a la chica, ésta ya no estaba. A partir de ese día, cada vez que me encontraba triste pensaba en esa chiquilla, de apenas 18 años que me habia curado el alma. No la recuerdo muy bien, de hecho muchas veces me pregunto si existió realmente o fue simplemente reflejo de mi imaginación, asi que le inventé un nombre, le creé un rostro y pasó a ser, sin saberlo, mi consuelo en noches de soledad.

- Eso es una tontería. No me lo creo, ¡seguro que es una de tus historias inventadas!. Además, nadie puede consolarse con alguien que no existe - gritó Juan dandose la vuelva enfurruñado pero mirando de reojo para ver si Sandra continuaba con su historia, al fin y al cabo, le encantaba escuchar sus fantasías.

- Puede, pero has sido tu el que has preguntado por mi secreto. Yo, simplemente, me he limitado a contestar. - dijo Sandra con aire desenfadao y haciendose un poco la interesante. Pues sabía que Juan no iba a tardar mucho en suplicarle el final de su historia, fuera inventada o no.

- Esta bien. Hablame de ella.

Y tras un largo suspiro seguido de una media sonrisa, Sandra comenzó a desvelar a ese niño de apenas 7 años su secreto mejor guardado:

"Se llamaba Eva, que en algun idioma antiguo quiere decir "que da vida". Ojos claros, pelo rubio... no puedo recordar mucho más de su aspecto, salvo que tenía un aire distinto fusión entre lo exótico y lo ibérico, como si no fuera de este país o quiza de este mundo. En definitiva, era una de esas personas con cara de angel y alma de guerrera, prueba indiscutible de que las apariencias engañan.

En secreto, te diré que durante varios días estuve volviendo a aquel lúgubre callejón, atenta a cualquier movimiento, a cualquier rastro de vida con la esperanza de volver a encontrarmela para agradecerle sus palabras o quizá, simplemente, para demostrarme a mi misma que no estaba loca y que aquel "angel" no habia sido fruto de mi imaginación. Miles de veces me pareció sentir su presencia, notaba su mirada clavándose en mí pero cuando me giraba rápidamente, para que su reflejo no se esfumara, me daba cuenta de que no era ella; o quizá si, pero con forma de gato, brisa o incluso rayo de luna - o al menos era eso lo que yo quería pensar.

Definitivamente, a la semana y media asumí mi fracaso y abandoné mi escondite que, en algunas ocasiones, se antojaba hasta peligroso. Perdí la esperanza de volver a verla y con la esperanza se fue ese anhelo de hallazgo, supongo que ya había asumido mi "locura" o que, simplemente, una vez más aquella tarde mi imaginación había vencido a mi cerebro en esa eterna guerra entre realidad y ficción."

- ¿Y qué pasó despues?. ¿La llegaste a encontrar alguna vez?.
- No sabría que contestar a esa pregunta - dijo tras una larga pausa -. En realidad sí que la encontré, aunque nunca en una persona en concreto, sino repartida por el mundo. Eva está detras de cada coraza, de cada secreto a voces. Podríamos decir que ella es cada cosa que callas, ese secreto que nunca desvelas y que, aparece, justo en ese momento en el que crees que todo te supera. Es esa fuerza que te impulsa a levantarte cada mañana, esa voz en tu conciencia que te dice que no todo está perdido y que te hace convercerte a ti misma de que si hay alguien que puede cambiar las cosas, ese eres tú.

- Vaya, pues parece perfecta esa tal Eva.
- Ja, ja. Que va, en realidad no lo es. Pero, ¿Sábes que? Ella es una de esas personas que sus defectos la hacen todavia brillar más, aunque solo sea a ojos de los demás.

Sandra y Juan siguieron conversando toda la tarde, pero empezaba a caer la noche y ya era hora de que Sandra se fuera a casa. Le esperaba un día duro al amanecer.

- Adios Eva - gritó Juan al despedirse desde la ventana de su habitación.

Sandra se fue sonriente a casa, pensando que quizá Eva y ella no fueran tan diferentes, al fin y al cabo Sandra tras su coraza invatible tambien vivía esperando un "Si tu me dices ven, lo dejo todo".

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